sábado, septiembre 24, 2005

Karl, el memorioso

La primera vez que lo vi, estaba con un martillo en la mano queriendo torcer un caño a pura fuerza. Los duros ojos celestes ejercían también presión sobre el metal. Un martillazo hizo chillar al testarudo objeto que al fin cobró la forma deseada. A su sonrisa victoriosa le faltaban tres dientes. Para quien gusta demasiado de la cerveza todo es motivo para festejar. Destapó una lata plateada y encendió un cigarrillo. Sus rasgos se hicieron angulosos al aspirar el humo y al beber arrugó la frente que se extendía por el afeitado cráneo. Dejó la lata en el piso y se dirigió con el cigarrillo en la boca y el caño en la mano a la estrecha escalerilla. Tenía un físico fornido y delgado como el de un boxeador welter júnior. Ya en la azotea, conectó el caño con otro. Al bajar, recobró la lata de donde la había dejado y después de un anhelado trago se presentó. Al darle la mano sentí la aspereza del trabajo acumulado, mientras oí su gutural voz que me decía:"Mucho gusto, mi nombre es Karl". Las consonantes en ingles sonaban con un tono puntiagudo que descubría al alemán como su primera lengua. Aquellos que lo trataron no hablaban bien de él. Un testimonio diferente como el mío podrá sonar ilusorio. Pero, los hechos que afectaron a mi familia impiden la lisonja a un alemán que contaba que su padre había sido un soldado nazi.Mi primer recuerdo de Karl es muy manifiesto. Lo vi subiendo al techo para arreglar la azotea que alguna vez había sido impermeable. Para pintar el negro alquitrán con un aislante plateado, cada día apuraba una carrera contra la oscuridad de la noche.
En la zona era bastante mentado por no darse con nadie y emborracharse muy seguido. Decían que después de chocar un auto contra una pared, se escapó de Alemania. Antes de ese accidente, ya le habían sacado el registro por manejar alcoholizado. Alguno añadía con malicia que detrás de la pared había quedado un muerto que le impedía volver.
A los seis meses de su llegada a Fort Lauderdale se convirtió en un inmigrante ilegal. “La gente es mejor en los lugares chicos” defendía su elección del lugar. Vivía a dos cuadras de la playa en un hotel abandonado. "Con el consentimiento del dueño" se escudaba de las críticas y con cierto orgullo ario decía: “Me pidieron que lo cuide”. No faltaba quien se le mofara cuando contaba que en Alemania había sido ingeniero.Fui a buscarlo para que me hiciera una biblioteca. Cuando llegó a mi casa sacó de una pila de libros el Antiguo Testamento, lo abrió al azar y leyó: “El faraón soñó que siete vacas flacas que devoraban siete vacas bien alimentadas…” Cerró el libro y mirándome fijo señaló: “Este capítulo se llama Miketz, y es donde por primera vez se habla de las crisis cíclicas”. Levanté las cejas, él entendió que debía seguir con la explicación.
"Desde entonces se sabe que cuando hay se debe guardar para el momento en que no haya más. Pero, de una generación a otra se olvida la escasez. La falta de memoria hace que las cosas se repitan. Hoy hay chicos que no saben que es el Holocausto. Mi país es el primero que debiera tener memoria". Una tarde, oí el acento alemán en el teléfono. Me pedía que fuera a buscar sus herramientas al hotel abandonado y que le hiciera el favor de guardarlas. Pensaba que por un tiempo no podría volver allí y tenía miedo de que alguien se las robara. Cuando le pregunté de dónde hablaba, me dijo que estaba en el Broward Hospital. Había sufrido un infarto. Colgué el teléfono y salí para allá inmediatamente. Me recibió en una cama rodeada de máquinas con cables que confluían en un monitor repleto de titilantes números. Fatigosamente alzó un brazo apuntando al cartel que estaba arriba de la puerta con el nombre de la sala. Le respondí sin palabras, solamente alcé los hombros para expresar que no advertía nada anormal en ese cartel. Karl, señalándose el vendaje del pecho, dijo: “La sala se llama Levy, el cirujano Cohen y la única persona que vino a visitarme, Farber”.

1 comentario:

ivan_posilovic dijo...

hermosísimo! y tal cual lo que dice, los jóvenes una vez más van derecho a carne de WW.

debo reconocer, sin embargo, que la Fifa es la que más está haciendo en contra del racismo. lo digo sobre todo no por sus campañas, sino por la maravilla de que un equipo de Francia sea mayoritariamente negro o árabe, que el mejor sueco sea bosnio, que el otro día un negro estuvo a punto de clasificar a Austria al Mundial. El costo, claro, es perpetuar el concepto de pais, anacronismo bonapartista.

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