viernes, agosto 10, 2007

What if

En abril de 1903, cuatro meses antes de que en Basilea, Suiza, se celebrara el Sexto Congreso de la Organización Sionista Mundial, se había producido el pogrom Kishinev. Más matanzas se vislumbraban a corto plazo. Los judíos de Rusia debían conseguir con urgencia otro lugar donde vivir.

En agosto la situación era apremiante. Teodoro Herzl, presidente del Sexto Congreso, antes de las sesiones tuvo una con Jospeh Chamberlain, Ministro de colonias de Inglaterra. Chamberlain, en lugar de de interceder frente al Imperio Otomano, le ofreció el territorio de Uganda, país africano, lindante con Kenya, recién ocupado por los británicos. Los judíos asentándose en Uganda solucionaban dos problemas: las tropas británicas no terminaban de someter a los nativos gandas. Además esa salida resultaba la más inmediata para los judíos de Rusia, que estaban en peligro.
Los pogroms provocaban cada vez más muertes. La indiferencia del Zar se mantenía invariable. La situación era apremiante.

Herzl, con entusiasmo, transmitió la propuesta ingles en el discurso de apertura del Sexto Congreso: “La nueva región no tiene el valor histórico de Israel, pero espero que el Congreso acepte la propuesta con cálido agradecimiento. Significa la construcción de un asentamiento judío en África, con un gobierno judío bajo el control de Gran Bretaña. Se propone este giro de política para aliviar las penurias de nuestro pueblo”.

Max Nordau apoyó la propuesta de Herzl: “A diferencia de nosotros que estamos establecidos de forma permanente, miles de nuestros desdichados hermanos deambulan de continente en continente. Si no hacemos algo para salvarlos ahora mismo se perderán para siempre. Este territorio les dará techo y comida”.

Najman Sirkin también apoyó a Herzl: “Lo que nos obliga a dirigirnos a otra tierra es el riesgo que hoy corre nuestra gente y la urgente necesidad de organizar la emigración”

Iejiel Chelnov se opuso: “El anhelo de volver a Israel creó al sionismo. Íbamos hacia donde éramos empujados por la voluntad de extraños. Pero desde que somos sionistas no vamos adonde nos mandan”.
La discusión se tornó tan ardua que el Congreso estuvo a punto de romperse. Paradójicamente, los delegados rusos fueron quienes más se opusieron a la propuesta británica. Su líder, Jaim Weismann, se estaba retirando de la reunión con muchos de sus compatriotas cuando el prestigioso filántropo, Barón Maurice Hirsh, irrumpió en escena: “Quienes están retirándose en este momento son unos egoístas. Es cierto: Uganda es un territorio hostil hasta para los ingleses, por eso no apoyo la moción. Tampoco les podemos pedir a los judíos de Rusia que esperen a Israel. Todos sabemos que en cualquier momento les cae otro pogrom. Hay que sacarlos de allí ya mismo, y no para llevarlos a Israel ni a Uganda sino a la Argentina. Allí fundé diez y siete colonias, invitado por el actual Presidente. El general Julio Argentino Roca, ocupa la Primera Magistratura por segunda vez, fue mi vecino durante los dos años que vivió en París con su esposa y sus hijas. En aquel entonces venía de vencer a los indios en la llamada Campaña del Desierto. Dominó la Patagonia, un territorio cuarenta veces más grande que el de Israel. Aunque el lema de los políticos argentinos reza ‘Gobernar es poblar’ no consiguen voluntarios para ir al sur. Las temperaturas son bajas, pero no tanto como las de Moscú. Los judíos pueden dejar Rusia mañana mismo”.
Cuando el Barón Edmond de Rothschild subió al estrado, el Teatro de Basilea donde se estaba desarrollando el Sexto Congreso era la sumatoria de cientos de murmullos. Se apagaron al ritmo febril de los pasos de ese hombre: “El Imperio Otomano me vende tierras en Jerusalém y en los alrededores. Al Sultán no le importa que el dinero venga de un judío. Conseguí varios asentamientos, verdaderos semilleros para el futuro, todos logrados a fuerza de inversiones. La propuesta del Barón Hirsh es contraria a mis intereses, aun así es la mejor. Trae resultados inmediatos”.
Una parva de sombreros negros voló de los palcos a la platea.

En 1903 los judíos comenzaron a llegar a la Argentina, en gran número. Como descendían de barcos rusos, tenían apellidos rusos y hablaban en ruso, los llamaron rusos. Ese apodo cayó en desuso al poco tiempo, cuando arribaron judíos desde los cinco continentes.

Los nuevos colonos judíos desmalezaron la tierra con más perseverancia que herramientas. Los constantes cuidados de los cultivos hicieron que las cosechas fueran cada vez abundantes. Con los primeros ahorros se instalaron molinos, talleres para procesar materias primas y líneas de envasado. Gracias a esta nueva situación el la Argentina pasó a exportar más alimentos con valor agregado en lugar de simples productos genéricos. El “granero del mundo” -como llamaban al país en aquel entonces- se industrializó. La asombrosa transformación de aquellos primitivos colonos en empresarios atrajo a judíos de todas partes del mundo, aunque ya se trataba de gente con más capital.

En 1914 la Primera Guerra Mundial enfrentó al Imperio Británico con el Otomano.

En 1917 Balfour, el canciller inglés, firmó el tratado que se recuerda con su nombre; quedó sellado el compromiso: el Imperio Británico, si ganaba la Guerra, cedería tierras a los judíos, en Medio Oriente.

En 1919 los británicos ganaron la guerra. Nunca cumplieron con el Tratado de Balfour.
En la Argentina, en 1928 el Presidente Hipólito Irigoyen convocó a un Congreso Constituyente. La nueva Carta Magna dejó de lado la exigencia de ser católico para ocupar la Presidencia de la Nación.

En 1933 Hitler fue designado Canciller de Alemania. Albert Einstein fue uno de los primeros en reaccionar: emigró a la Argentina. Einstein motivó a otros científicos a seguirlo. Lazlo Biro dejó Hungría. Tiempo después desarrolló su creación: la birome. Otros científicos judíos llevaron consigo sus descubrimientos: Albert Sabin, después de ser corrido de su Polonia natal, descubrió la vacuna contra la polio. Zalman Waxman esclareció la cura de la tuberculosis; Widall Weill descubrió la eficacia de la xilocaina como anestesia y Oscar Malinoswsy trabajó hasta consolidar a la insulina en al lucha contra la diabetes. Todos ellos son algunos de los ejemplos sobre los trabajos que se concretaron lejos de las persecuciones.

En 1940 Gran Bretaña y Francia declararon la Guerra a Alemania, que había invadido Polonia. El Congreso de la Argentina aprobó el inmediato despacho de tropas. Albert Einstein le envió una carta al Presidente para avisarle que los nazis estaban desarrollando la bomba atómica. Julius Robert Oppenheimer viajó al país para trabajar con Einstein en un proyecto secreto.

En 1945 el resultado de ese esfuerzo terminó con la Guerra. A la comunidad judía se la reconoció como nunca antes.

En 1946 Pedro Sledock fue elegido el primer Presidente judío de la historia argentina, Después de su mandato se sucedieron presidentes católicos y judíos sin que esto generara inconvenientes.

En 1990 los ingleses -casi cinco décadas después de aquella Guerra siguen ocupando Jerusalém -, descubrieron enterrada una pared del Gran Templo (Beit Amikdash), también conocida como el Muro de los Lamentos. Los turcos -sometieron Jerusalém durante cuatro siglos-, usaron como basural el lugar más sagrado de los judíos. Literalmente lo taparon con basura. Luego de este descubrimiento, y una vez restaurado el lugar, fue visitado por miles de judíos oriundos de todos los confines.

Los peregrinos fueron atacados por los árabes. Los ingleses no pudieron controlar a los árabes ni garantizar la seguridad de los visitantes. El problema se llevó a las Naciones Unidas. Allí se dictaminó que Jerusalém sería “Patrimonio Universal de la Humanidad, protegido por los cascos azules”.
Los árabes se enfurecieron.

En 1994 en Buenos Aires un camión conducido por un suicida voló el edificio de la Asociacion Mutual Israelita Argentina, AMIA, una represalia mas de los árabes por haber perdido lo que no cuidaron.

Jean Paul Sarte escribió: “El antisemitismo es la enfermedad mental de los antisemitas. Es su refugio ante las dificultades de la realidad que no son capaces de resolver por sí mismos. Los judíos son el chivo expiatorio de los fracasados. Si el judío no hubiese existido, antisemita los habría inventado.

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