jueves, octubre 02, 2008

Fort Lauderdale, Florida, Recepción de hotel, de madrugada.

Llegó la última reserva: dos viejitas, una muy alta y la otra muy bajita. Las dos muy simpáticas, digo, porque lo primero que preguntaron fue donde había un pub. "Nos gusta tomar", dijeron mientras acercaban y alejaban en forma intermitente el pulgar a la boca con el puño cerrado, el gesto internacional del chupi. Que las viejitas fueran simpáticas es todo un alivio, lo digo no solamente porque son los últimos pasajeros del día, así que cierro la oficina y me voy a dormir, sino porque es gente "normal" comparada con los que suelen caer estas horas. Se los llama los "walking". Unos minutos antes de que aparecieran las viejitas con la reserva en la mano, había "irrumpido" en la oficina un negro muy flaco y muy alto que estaba disfrazado de forma tal como para que no lo admitieran en ningún hotel, ni siquiera en un hotel berreta como el de la la esquina. Esa propiedad es de una hindú que agarra a cualquier tipo que entre con tal de que traiga dólares en la mano. Así entro el negro lungo del que te estoy hablando, con billetes desplegados en la mano. Esta clase de personas lo primero que muestra es que tiene efectivo y después el documento de identidad.

¡Que contraste con las dos chicas a las que les gusta tomar! Una dijo soy Mary y para mí ya estaba todo bien. Las imaginé con ascendencia irlandesa, no tanto porque toman sino porque lo proclaman a los cuatro vientos. Al final, no conté como estaba vestido el negro que entró con plata en la mano. Traía una especie de bermudas que le dejaban ver la parte de arriba de los calzoncillos. No se como será en otras partes, pero aquí está muy de moda eso de mostrar los calzoncillos. Es un hábito que se filtro de la cárcel, como muchos otros en el mundo. Aquí, los presos que quieren mostrar a otros presos que están disponibles sexualmente ajustan el cinturón de sus pantalones a una altura tan baja que muestra la parte de arriba de los calzoncillos. Este detalle funciona como la banderita de "libre" de los taxis.
El negro combinaba los colores verde y amarillo en la remera y el collar. Esto es el orgullo jamaiquino, así como las viejitas mostraron enseguida el orgullo irlandés proclamando el chupi. A estas horas de la madrugada sale la mala vida. Una madrugada entró una chica hermosísima que venía escapando de alguien. Era tan rara su belleza que no me contuve y le pregunté sobre su origen. En realidad yo vivo preguntando eso a todo el mundo, aquí a veces hay alguno que no te lo toma como una pregunta cortés. Pero a mi no me importa, yo sigo preguntando. La hermosura ésta era hija de un soldado norteamericano y una vietnamita, como en las películas. Yo ya hace mucho tiempo que estaba a favor de las mezclas. Esa chica tan bonita y mis hijos me reafirman que no hay nada mejor que mezclar sangres y cuanto mas lejanas mejor. Durante el día a este mostrador vienen personas que son más aceptables, supuestamente.

A la cabeza de las rarezas diurnas hay un sueco que viene seguido, dos o tres veces al año por lo menos. Es soltero. Siempre viene su mama, octogenaria y dominante ella, que quedó viuda hace muchos años. El marido se ahogo en un accidente en el lago frente a su casa de verano, en los fiordos suecos. A ella le quedó Anders, su único hijo. Anders es coleccionista de uniformes nazis. Tiene pasión por este hobby y despliega su interés tan abiertamente que mando hacer una remera con la inscripción "I buy WWII German militaria" y anda con eso puesto por todas partes. Anders es rubio, de ojos profundamente celestes y saltones. Él los usa para asustar a propósito a quien sea en el momento que se le ocurre. Fija la mirada y el que está enfrente se asusta. Hasta yo. Anders siempre trata de parecer malo, pero conmigo mostró la hilacha muchas veces. Una vez, defendiendo a unas chicas que yo quería echar. Contradiciendo a su aspecto de vikingo rudo con el que se esfuerza en llamar la atención, se pone del lado de los más débiles, sobre todo cuando se trata de mujeres. Al mismo tiempo, hace alarde de su valentía llevando la contra a todos. Una vez desplegó una bandera roja con una esvástica negra en el medio de la oficina. Quería que sirviera como fondo de una foto que hizo que nos sacaran a él y a mí. Anders busca novia a través de Internet. Es su segundo hobby después de la colección de artículos militares. Con frecuencia viaja a Rusia para conocer a las candidatas personalmente. Alguna vez sospeché que Anders en realidad es un traficante de armas que usa sus dos hobbies como pantalla para comprar armas en Rusia, país que junto a Ucrania se convirtieron en los principales proveedores ilegales del rubro. Lo cierto es que hablando con Anders es evidente que conoce todo el mundo aunque no tiene trabajo conocido. Aquí mismo gasta mucha plata. No hay crucero que no haya tomado con su madre. Este sueco no es común.

Si uno se pregunta que es lo común acá, yo diría que es la gente sola, muy sola. No me refiero a los "homeless" ni a los que viven literalmente solos, sino a las personas que aún cohabitando con los conyugues y con los hijos no tienen con quien hablar.

Una noche, muy tarde, me llamó un viejo cliente que suele venir siempre. Me contó que recién le había caído un rayo a la casa, se le había quemado el televisor y otros aparatos. Antes de llamar a un familiar, me llamó a mí que estoy en la Florida, y él en New Hamphsire, casi en la frontera con Canadá. Pareciera que aquí la gente no tienen parientes ni amigos. Guardo muchas de las postales que me mandan en reconocimiento de alguna charla que tuvimos en este mostrador.

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