jueves, junio 04, 2009

Del fondo del baúl

Del fondo del baúl saqué la No.3 de Superman que no quise cambiar ni siquiera por una bicicleta porque convertía a mi colección en la mejor del barrio, el peor olor que sentí en mi vida que venía del Cementerio de la Chacarita cuando cremaban a los muertos, el miedo a saltar “el paso de la muerte” en la Carbonilla en la estación de trenes de La Paternal y que era el requisito para pertenecer a la barra del barrio, el olor de las piezas de género del taller de mi viejo, el metro amarillo de sastre colgando a ambos lados del cuello de mi viejo sentado en la máquina de coser, la sonrisa de mi tío Roberto dejando ver sus dientes muy separados unos de otros cuando medía “el tiro” del pantalón a un cliente y le preguntaba: “Che, vos de qué lado cargas?, el sonido del timbre del recreo del colegio como anticipo del placer de tomar mate cocido muy caliente y comer galletitas Manón durante las mañanas frías del cole, la enseñanza dada por la mala nota que me puso el Sr. Calzado de 4to. grado por hablar mientras el daba clase, la buena nota que me puso el Sr. Calzado por haberle discutido y demostrado sin denunciar al culpable que no había sido yo, el placer del pan con manteca mojado en el café con leche con el que me esperaba mi mama a la vuelta del cole, el sonido de las tijeras en la peluquería de Don Faustino mientras yo leía todas sus revistas, la risa que nos provocaba a la hija de Don Faustino y a mí Dick van Dyck cuando se tropezaba con un sillón cada domingo por la noche en la presentación del programa, la risa que le daba a mi viejo cada chiste de Tato Bores sin excepción, el placer de mi viejo cuando se tiraba en la rompiente de las olas del mar, el ra-ta ta-ta en la playa de la ruleta que nos decía cuanto barquillos nos daban por la misma moneda, la consistencia de la primera mordida a la manzana cubierta con caramelo y pochoclo, el sabor de los pedacitos de granizado de chocolate los domingos en la heladería Trieste de Corrientes y Acevedo, los "Patapufete", los "Azul quedo" y "Que suerte tengo para la desgracia" de Pepe Bondi, los Cheeeeé! de José Marrone, la inocencia en la mirada de Rebeca cuando me decía que yo era más lindo que Alain Delon, la sopa inglesa del Torino Norte de Avenida San Martín y Juan B. Justo, el dolor de garganta que me agarraba con los cigarrillos Parisienes que fumaba para parecer más grande, la curiosidad que me despertaba perderme a propósito por las calles del centro, la curiosidad por ver el programa del Cine Lorraine, el murmullo de las polémicas envueltas en humo de los bares La Giralda, El Foro, La Paz, Ramos, 36 billares y Opera, el placer de cuando se levantaba y bajaba el telón en el Teatro San Martín mezclado con las ganas de que la obra empezara otra vez y finalmente, en el fondo de todo, el largo camino que recorrí para conocerte.

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