jueves, junio 04, 2009

Antes del atardecer

El primer subte del domingo que salía de la estación Leandro N. Alem arrastraba tres vagones solamente. Un hombre, con cabellera y bigotes blancos, apoltronó su modorra dominguera en un asiento del lado de la ventanilla. Lo siguió una barra de adolescentes noctámbulos que se adueñó de los asientos del pasillo. Ajeno al bochinche que los chicos hacían, el hombre mayor se puso a oler los jazmines del ramo que sostenía con las dos manos.
En Carlos Pellegrini subió una señora envuelta en un chal marrón, que se sacó no bien se sentó adelante del hombre de los jazmines. Descubrió su cabellera blanca y cara de abuela bonachona y bostezó. Un largo itinerario la había levantado muy temprano: De Lavallol a Constitución en el 51. De ahí a la estación Congreso de Tucumán, en Núñez, combinando los subtes C y B. Iba a lo de una amiga que vivía sola, tan sola como ella.
En Carlos Gardel bajaron los chicos, cantando. Su juventud los empujaba a rematar la trasnochada en el Abasto. Al arrancar el tren, el único ruido que oyeron fue el de las ruedas sobre las vías.
- Lindos jazmines - dijo la señora para disipar el silencio que habían dejado los jóvenes bochincheros al bajar del subte.
- Los plantó mi esposa hace un año. Ahora que están hermosos se los llevo... - el hombre hizo una pausa para tragar saliva y luego concluir - ...a la Chacarita.
- Mi marido también está allí, pero desde hace muchos años.
- ¿Yo me llamo Antonio, y usted? - el hombre sostuvo los jazmines en una sola mano mientras ofrecía la otra, que la mujer estrechó sonriente.
- Mi nombre es Pilar, mucho gusto. ¿Usted tiene hijos?
- Sí, una nena. ¡Bah! Ya no es una nena. Se fue a España en el 2001, y se casó allá.
- ¿Qué cosa quedarse solo, no? - se preguntó Pilar mirando al vacio. Se contestó ella misma, llevándose la mano al mentón - Si lo sabré yo. Mi único hijo, con lo del corralito, se tuvo que ir a vivir a Norteamérica.
Antonio notó que los ojos de Pilar se habían humedecido. Del ramo de jazmines, hizo dos. Le dio el más grande a Pilar.
- Puedo ir a visitar a mi amiga mañana. Hoy quiero poner estas flores sobre la tumba de mi marido - No bien Pilar terminó de decir estas palabras, se río.
- ¿De qué se ríe, Pilar? - preguntó Antonio inclinando la cabeza sobre uno de sus hombros.
- Me imaginé a mi esposo viendo que lo visitaba acompañada por un caballero.


Como si durante la visita los muertos les hubieran dado permiso, Pilar y Antonio empezaron a tutearse.
- A nuestra edad no es pecado - dijo Pilar mientras pasaba su brazo detrás del de Antonio. Caminaron del bracete entre alamedas, mausoleos y monumentos de ángeles.
- Me haces sentir joven - dijo Antonio y aspiró una bocanada de aire impregnado con el perfume de las calas.
- Vos también me haces sentir joven a mí, Antonio. Tengo ganas de hacer muchas cosas con vos. Vayamos a un cine, a un circo o a una peña - dijo suspirando Pilar mientras apoyaba la cabeza sobre el brazo de él.
- El domingo que viene vamos al cine - propuso Antonio, feliz, y agregó: - Nos podemos encontrar en Constitución - Pilar movió la cabeza afirmativamente y le dio un beso en la mejilla.
En la Estación Constitución, rodeados de vendedores ambulantes, Antonio sorprendió a Pilar comprándole una manzana cubierta de caramelo y pocholo.
- Comela vos, Antonio. Tus dientes son más fuertes que los míos.

1 comentario:

ivan_posilovic dijo...

!!!!! Qué bueno! Este es el mejor cuento que he leido en mucho tiempo.
Chapeau!

Acerca de mí

Escribir es lo que mas me gusta