lunes, septiembre 28, 2009

Buenos Aires era una fiesta

El guarda del subte hace sonar el silbato, y el maquinista reanuda la marcha de la formación. El tren va más despacio; es sábado por la noche. Sobre la pared de azulejos del andén, un cartel indica que Riobamba está a la izquierda y Rodríguez Peña a la derecha. Las escaleras mecánicas ascienden a La Opera de Callao y Corrientes. En el bar el humo de los cigarrillos cubre a los mozos, a las parejas y a también a los que están solos y esperan.

Las luces de la Avenida Corrientes hacen brillar el amarillo sobre el negro de los taxis y los diversos colores de los colectivos. Todos marchan en procesión hacia el obelisco. Sobre las veredas, las revistas El Gráfico y los libros de Borges comparten la fachada de los kioscos. En la esquina de Montevideo y Corrientes, el bar La Paz se enfrenta con el Ramos. Un joven de anteojos redondos, con un diario La Opinión bajo el brazo, cruza la calle. Parece buscar otros habitués, como él.

Bajo las luces de neón de los cines Lorca, Lorraine y Losuar, los que están por entrar tratan de escuchar las críticas de los que salen comentando la película. La naranaja mecánica, Contacto en Francia y El discreto encanto de la Burguesía son los estrenos que anuncian las carteleras.

El aroma a pizza napolitana, fugazzeta y fainá invade la cuadra de Corrientes al 1300. Los Inmortales, Banchero y Güerrin se llenan de comentarios de cine. Quienes optan por las pastas encaran para el Pipo de Paraná o para el Pipo de Montevideo. Ambos tienen mesas con manteles de papel. Desde la puerta se huelen salsas de tomate o pesto sobre fideos “al dente”. Pasar por La Giralda es sentir el aroma del chocolate con churros, ideal para noches más frías. Pero es tan rico que vale la pena igual.

En la puerta del Teatro San Martín, una vieja hace una gran reverencia a cualquiera que pasa. Con elegancia ofrece un poema a cambio de una moneda. Sobre Montevideo, La Casa de Iván Grondona invita a ver y debatir Los Compañeros. La película es anunciada en un afiche con la foto de Marcelo Mastroiani. Debajo de donde dice que el director es Mario Monicelli, se aclara que la entrada es libre y gratuita.

Una panadería que nunca cierra ofrece facturas a quienes quieran desayunar caminado por la calle que nunca duerme. El tráfico avanza como un arroyo en cascada hacia el obelisco. Sobre Diagonal Norte, el cine Arte marca el límite. La Avenida 9 de Julio emerge como un ancho río, también muy transitado. Se ve al otro lado la City. Los bancos están cerrados. Los sábados por la noche la ambición descansa. No vale la pena cruzar. Mejor volver por la otra vereda. Los bocinazos de la madrugada ni se oyen desde las librerías. Quedan muchos libros para leer de parado.

1 comentario:

Israeñ 2020 dijo...

Que buena descripción de la calle corrientes y esa esplendida época

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