lunes, julio 16, 2007

Isla Flotante

La voz de la secretaria anuncia a Donald Trump. Bill Gates acomodo los anteojos cuadrados sobre la nariz antes de recibir al invitado:
- Cada vez somos más los que creemos en un país propio - las palabras de Trump sonaron mullidas como el sillón de cuero negro donde se apoltronó. - En todos lados nos quieren cobrar más impuestos. ¿A cambio de qué? A cambio de nada, ni siquiera nos garantizan seguridad. Llegó el momento del éxodo. Adónde sea.
- ¿Adónde? Nadie mejor que quien construyó en los cinco continentes para saber donde levantar un proyecto tan grande. – Gates se sentó frente a su interlocutor.
- No tan grande – Trump dibujó una trompa con los labios antes de explicar tanta certidumbre - Somos tan pocos que alcanza un lugar como Mónaco, que tiene dos kilómetros cuadrados. Hice obras más grandes y con menos inversores.
- Hablando de inversores – Gates sacó del bolsillo interno del saco una agenda electrónica - aquí tengo una lista de personas que quieren financiar la idea, pensar que hace poco apenas contábamos con Soros y Rockefeller.
- Es como con mis edificios - Trump hace una pausa para rastrillar con los dedos el jopo pintado de rubio-, - Mucha gente acaudalada hace cualquier cosa con tal de ver sus apellidos junto a los nuestros.

Meses más tarde, en una reunión convocada en la mansión de Spilberg, el exitoso director, expuso aspectos creativos del nuevo país ante una audiencia colmada de billonarios. En una pantalla se proyectaba la imagen de una bandera dorada acompañada de una banda de sonido que entonaba un Himno Nacional.



Arriba los ricos del mundo
de pie esta nueva y gloriosa nación
donde brota oro de lo más profundo
para terminar con cualquier revolución

Volveremos al pasado
cuando todo era del amo
nada del esclavo
y era una virtud permanecer callado

Arriba los ricos del mundo
los empresarios con un plan
para que todo cambie
y al final todo quede igual

Sindicatos, nunca más
Ahora decide el patrón.
Revueltas, nunca más
Se acabó la liberación.

Que caiga la quimera
la que nos iba a derrocar
Usemos tecnología de primera
La que no sabe otra cosa que trabajar

Las ideologías nos han culpado
Por el sufrimiento de los perdedores
Mejor culpen al Estado
nosotros somos emprendedores.

Basta ya de proteger tanta bobada
Basta ya de igualar hacia abajo
Apoyemos la iniciativa privada
Ser dueño es el principal trabajo.

- Tenemos himno y bandera, falta el nombre del país-el anfitrión detuvo la película con un control remoto.
- Todos los presentes están el ranking que publica mi revista - exclama Forbes - propongo que el nuevo país se llame Forbesland. El nombre quedó aprobado por aclamación. Clarines y trompetas de un programa de Microsoft anunciaron en pantalla el nuevo título: “Diez Mandamientos para Forbesland”.

1) Amarás al dinero sobre todas la cosas.
2) No arriesgarás tu capital en vano
3) Santificarás el día que te hiciste rico.
4) Honrarás a quien te dé y no a quien te pide.
5) No matarás, salvo que uses mano de obra contratada.
6) No cometerás el acto impuro de perder plata.
7) No robarás. A menos que nadie se de cuenta.
8) No levantarás más falsos testimonios que los necesarios.
9) No consentirás el deseo impuro de gastar plata.
10) Nunca dejarás de codiciar aquello de quien tenga más.

Tiempo después Forbesland fue designada una de las maravillas del mundo. Un reconocimiento pleno de justicia, ya que era una isla flotante en el medio del Mediterráneo construida por la mano del hombre. La Isla estaba rodeada por las más lujosas embarcaciones del mundo y en el centro contaba con un avanzado aeropuerto. Un ejército de mucamas, jardineros y otros trabajadores prestaban servicios a los ciudadanos. Desde el principio el número de habitantes creció sin cesar, todo el mundo quería trabajar en la Forbesland. Una reunión fue convocada de urgencia, donde todos simularon sorprenderse. La llegada de balseros africanos no era un secreto para nadie. Un fundador propuso a los grupos de la caza del zorro para capturar inmigrantes ilegales. Triunfó otra posición. Los inmigrantes serían perseguidos legalmente. Ellos podrían estar en la isla, sin derechos. Serían ciudadanos de segunda clase, con la amenaza permanente de la deportación.
Los resultados de esta política no se hicieron esperar desasido: Bajó el costo de la mano de obra.

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