martes, enero 23, 2024

Mario Farber

Odio subterráneo

El vagón del subterráneo, colmado de pasajero, avanzaba ruidosamente hacia el centro de la ciudad. Muchos de ellosmenzaban a agolparse para descender en la próxima estación: Carlos Pellegrini. Al abrirse las puertas se bajaron todos, menos dos. Uno era un adolescente de campera negra y pelo cortado al ras. El otro, de aproximadamente la misma edad, viajaba sentado en el extremo opuesto del vagón. Vestía un traje negro, camisa blanca y un amplio sombrero que no alcanzaba a cubrir los rulos de cabellos oscuros que se enrollaban detrás de las orejas. El chico de campera negra se levantó de su asiento sonriendo, como si festejara la intimidad que lo vinculaba al otro pasajero. Mantuvo esa mueca de regocijo mientras cruzaba el vagón en busca de su único compañero de viaje. Éste, viendo que se aproximababrió el libro que llevaba bajo el brazo e hizo como si lo leyera propósito de ignorar el entorno. Sobre el libro apareció un dedo que no era el suyo y que le interrumpía la lectura.
-¿Ésto es ruso como vos? - preguntó el provocador sin dejar de sonreír burlonamente.
- No, es hebreo - respondió con voz dócil el chico de sombrero, mientras cerraba el libro suavemente como para darle tiempo al dedo usurpador a que se retirara. Tomó el caftán negro que reposaba plegado sobre su falda y lo coloco a un costado.
- Entonces sos un hebreo - corrigió el joven que seguía de pie, pero irguiendo cada vez más su arrogante cabeza rapada. El muchacho del sombrero bajó la cabeza hasta esconder la mirada entre sus rodillas y alzó la voz para balbucear.
- Soy argentino, y… – el brillo de una navaja lo interrumpió. Saltó como un resorte y se puso de pie frente al agresor. Con una toma de karate le pegó en el abdomen, lo dejó paralizado; aprovechó para doblarle el brazo de cuero negro hacia la espalda del mismo material y sacarle la navaja. Finalmente, lo tiró sobre la opuesta hilera de asientos. El muchachote con poco pelo y mucho miedo, aunque era más corpulento, en lugar de defenderse alzó las manos para mostrar que nada intentaría.
- ¿Skinhead, no lees los diarios? ¿No te enteraste que ya no nos dejamos matonear?
El ruido de los frenos del subterráneo no dio lugar a una tercera pregunta. El convoy comenzaba a reducir la marcha a medida que se acercaba a la luz del final del túnel: la estación Florida. Cuando la formación se detuvo totalmente, el joven - que yacía desmoronado sobre dos asientos - alcanzó la puerta cuando todavía estaba abriéndose, con solo dos saltos; y con un tercero llegó al andén. Al mismo tiempo que se escuchaba el pito del guarda avisando que las puertas volvían a cerrarse, el joven rapado levantó su brazo derecho de cuero negro y acercó el dedo índice al cuello. Lo deslizó lentamente de izquierda a derecha como si fuera el cuchillo que había quedado en el vagón. El joven del sombrero se alejaba dentro del subte que reiniciaba su marcha. Sus ojos sostuvieron fijamente la mirada llena de odio del recuperado provocador. El solitario pasajero abrió otra vez su libro. La lectura de un solo versículo le importaba más que la amenaza de la ventanilla. Quería llegar a su destino.


No hay comentarios.:

Acerca de mí

Escribir es lo que mas me gusta