A la manera en que los árbitros de box consagran al ganador de una pelea, el candidato a gobernador levanta la mano de su vice. Una nena de unos ocho o nueve años comparte el improvisado escenario. El espacio elegido para proclamar la fórmula es una villa miseria. Alguien pregunta al candidato el por qué de ese lugar, mientras acaricia a la nena vestida con harapos responde: “Para diferenciarnos de la vieja política”. Su apellido, coreado por una docena de activistas, lleva la impronta de un origen italiano. El padre llegó a la Argentina al final de la Segunda Guerra, tras pocos años se convirtió en uno de los hombres más ricos del país haciendo negocios primero con los gobiernos militares y después con los civiles que los igualaban en corrupción. En la primera fila una señora mayor trata, inútilmente, de que no se le noten las lágrimas. La candidata es su hija, una socióloga especializada en el problema de la pobreza, que además escribe muy bien. Estas dos habilidades la acercaron al candidato, que no sabe de ninguna de esas dos cosas.
La semana anterior a las elecciones se realiza un debate televisivo entre los dos aspirantes a la Gobernación. Esa noche de invierno promete inflamarse. El programa arranca con una primera recriminación: Por qué este candidato no tiene escrúpulos en usar a Milena, una nenita que vive en una villa miseria, para disimular su clara ideología derechista. La respuesta no se hace esperar el inculpado asegura que hace cuatro años visita a Milena en su casilla de la Villa Miseria. La segunda recriminación vincula al candidato con los militares represores. La forma en que niega el rico heredero demuestra que la tranquilidad viene de cuna. Esa calma le aporta un punto en la pelea. Frente a una pantalla de televisión, la candidata a vicegobernadora sonríe mientras toma el té en la casa de sus padres. “Ahora es el momento de hablar de la seguridad, el punto débil del oficialismo” ella le dice al televisor. Al escuchar el padre concentra la mirada en la taza de té y alza las cejas, pregunta sin palabras. La hija no necesita mayor aclaración para justificarse: “Sí papá, el tema de la seguridad es el que más importa a la gente, sale primero en las encuestas”. Ella es la creadora de la estrategia de campaña; sabe que el padre nunca estuvo de acuerdo con decir lo que la gente quiere escuchar. La madre palmea dos veces la mano de su marido. Él entiende lo que su mujer quiere decirle: el debate debe seguir en la televisión, no en la mesa. Medio siglo de casados hace maravillas en la comunicación de una pareja. Al aparecer la primera publicidad, la madre habla del vestido ideal para ir a votar y la hija le explica que va ir de sport, ya se puso de acuerdo con su compañero de fórmula, los dos irían así. Una risa corta y burlona del padre es ignorada por las dos mujeres que hablan de blue jeans y pantalones de corderoy. La madre de pronto hace un silencio como quien recuerda algo y dice: Qué linda la nenita que estuvo en el acto de la Villa¨
En una casa a medio hacer, con bloques grises a la vista, en la Villa Miseria utilizada para lanzar la fórmula, Milena y sus padres miran el debate por televisión. El rico heredero devenido a político trata de convencer con su tono amable: “Voy a crear una Agencia de Prevención del Delito para que coordine los programas de asistencia social y para que administre la plata a repartir entre la gente más vulnerable". El papá de Milena toma el mate que le ofrece su mujer: “Ahora somos vulnerables, antes éramos carenciados. Mirá como se gasta el tilingaje en inventar palabras con tal de no llamarnos pobres”. La mujer mantiene la boca cerrada y la distancia justa para recuperar el mate. En la pantalla el candidato millonario se explaya a sus anchas en su tema favorito, la seguridad: “La Agencia de Prevención del Delito dependerá de un nuevo organismo, se va a llamar Ministerio de Seguridad. Se encargará de urbanizar las villas, iluminar las plazas y de coordinar becas de escolaridad para chicos que vienen de hogares relacionados con el delito". El hombre devuelve el mate a su mujer; ella lo llena otra vez con el agua de la pava y se lo da. Él extiende el silencio después de chupar la bombilla hasta que suelta una pregunta. Milena se acerca al padre y le pregunta: ¿Qué nos va a dar ese señor?
Tres años más tarde esa casa no existe más, tampoco la villa miseria. Esa zona se convirtió en la más cara de la ciudad. Una de las empresas del padre del Gobernador construyó lujosos lofts, los compran jóvenes exitosos del mundo de las finanzas. Los “vulnerables” no recibieron ninguna compensación. La gente que los votó dice: ¨Nos volvieron a engañar¨.
domingo, julio 01, 2007
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