Un hombre llevó un mono a una fiesta, y porque era un poco más sabio que el animal, se hinchó de vanidad y se consideró más sabio que siete hombres tan opulentos, frívolos y petulantes como él. Los hombres estaban sentados a la cabecera de la mesa principal. El más viejo de los siete hizo una seña desdeñosa con su dedo índice para que el hombre,
que venía con el mono, se acercara. Teniéndolo cerca, el viejo le preguntó por qué había venido a semejante gala acompañado de un animal. El hombre respondió orgulloso que esa criatura no era un animal corriente, sino un mono. Luego agregó que los hombres descienden de los monos, pero los superaron. Por lo tanto que, el poder llevar uno con una correa afirmaba esa supremacía. Como para afirmar sus elucubraciones ordenó al mono que se sentara. El mono obedeció inmediatamente. Lo mismo ante la orden para que se parara. Uno de los siete hombres preguntó qué otra habilidad podía exhibir la bestia para enaltecer la hegemonía de su amo. El mono, ante una orden, comenzó a silbar un fragmento de la Novena. Sinfonía de Beethoven. Al finalizar, el hombre aplaudió y así lo hicieron, también, los siete hombres que se pusieron de pie. El más viejo dijo:
- Debiéramos rebautizar a este mono con el nombre de Beethoven –
Los ocho hombres se sorprendieron cuando el mono hizo oír su propia voz.
- No, ese era sordo de verdad. Yo solamente me hago el mudo.
miércoles, marzo 01, 2006
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